¿Sabía que más del 50% de los niños que nacen en el Chile del Bicentenario provienen de embarazos no planificados; que la mitad de los preescolares se duerme viendo televisión, comparte su cama con otra persona y nadie les lee un cuento, y que sus padres tienen dificultad para hacerlos cumplir normas? Así de reveladores son los resultados de la inédita Encuesta Nacional sobre la Primera Infancia, que revista Mujer adelanta en exclusiva.
Díscolos. Y también testarudos y algo tiranos. Así es una gran cantidad de niños en etapa preescolar, según demuestra la información arrojada por esta encuesta nacional. Si no, quién entiende por qué los padres de estos pequeños declaran que lo que más les cuesta en el cuidado de sus retoños es regular sus conductas (53%), establecer y hacerlos cumplir normas (55%) e imponerles un horario para dormir (31%). Desorientados sobre qué hacer para superar estas dificultades, se sienten necesitados de apoyo en estos terrenos en los que su descendencia se muestra indomable. Ello pese a que la mayoría de los niños tienen horarios para dormir y comer (79% y 84, respectivamente), poseen reglas sobre el tipo de alimentos que pueden ingerir, y tienen límites en cuanto a las expresiones que pueden decir y los lugares donde pueden jugar e ir cuando están fuera del hogar. Normas menos frecuentes son aquellas relacionadas con la televisión, los videojuegos y el computador, que aumentan con el nivel socioeconómico al que el niño pertenece.
¿Resultados que demuestran falta de perseverancia de parte de adultos que viven en una sociedad que destina cada vez menos tiempo a la vida íntima y familiar? ¿Desenlaces de una generación que, como ninguna otra, es sujeto de derechos, pero con una educación laxa en relación a sus deberes? Se trata de un debate abierto. “Las familias ponen límites, pero no es posible saber qué grado de participación tiene el niño en la negociación de dichas reglas de manera que pueda responsabilizarse mejor de su cumplimiento”, opina la socióloga española Rosa Blanco, de Unesco.
Es información inédita que aporta, entre otros reveladores datos, la primera Encuesta Nacional sobre la Primera Infancia (de 0 a 5 años y 11 meses), realizada por Junji, Unicef y Unesco. Hasta ahora nada se sabía sobre el ambiente en que crecen y se desarrollan los niños en esta etapa de la vida. Tampoco sobre la percepción de los padres acerca de la crianza ni acerca de sus prácticas o patrones de aprendizajes y hábitos. Datos que ahora podemos conocer gracias a este trabajo aplicado por la consultora Statcom, mediante entrevistas presenciales a 6.598 madres, padres y cuidadores de niños de esta edad, correspondientes a todos los segmentos socioeconómicos, residentes en zonas urbanas de distintas comunas del país, entre el 23 de noviembre de 2009 y 28 de enero de 2010.
“Esta encuesta marcará un precedente en Chile, puesto que constituirá una línea base de conocimiento sobre la infancia en todos los sectores socioeconómicos, hecho clave para diseñar y analizar políticas”, explica Estela Ortiz, vicepresidenta ejecutiva de la Junji, la entidad rectora de la primera infancia en Chile que impulsó esta iniciativa. Hasta la ejecución de esta encuesta no existía una aproximación al espacio íntimo de los preescolares chilenos tan amplia.
“Gracias a este estudio, que ojalá se repita periódicamente, podemos saber más de esta etapa de la niñez, e incluso medir la eficacia de programas orientados hacia ellos, como el Chile Crece Contigo. Pero también queda en evidencia que ya es hora de comenzar a hacer un trabajo especial hacia los padres”, dice la sicóloga Soledad Larraín, consultora de Unicef. Y es que claramente en relación a cómo viven estos pequeños chilenos hay asuntos en los que parece haber bastante déficit o extravío.
Baste partir con este dato que marca el comienzo de sus vidas: el 51% nació de un embarazo no planeado. Y a menor edad de los futuros padres, menos programación de la paternidad. “Aquí se ve el déficit de una política de prevención que no es sólo entregar métodos anticonceptivos. Los embarazos no planificados suceden especialmente en los menores de 25 años”, advierte la sicóloga Larraín.
Durante el embarazo, no obstante, gran parte de los padres apoya a sus parejas en el aspecto económico y afectivo (7 de cada 10 encuestados varones declaran que ayudaron regularmente a la madre y le dieron el apoyo anímico y compañía en esta etapa). Más aun: el 61% la acompañó a los controles médicos y a las ecografías. Actitud que aumenta mientras más bienestar económico se tiene. Una situación que se repite con el permiso postnatal: 72% de los padres de los hogares ABC1 goza de este derecho y sus empleadores lo respetan, mientras sólo el 34% de los padres de los hogares modestos lo ha podido utilizar.
¿Con quién viven los niños desde que nacen? 66% con ambos padres; 32% sólo con la madre y el 1% únicamente con el padre. El 47% de las madres que no viven con su hijo(a) participa en la toma de decisiones relativas a éste, mientras en el caso de los papás sólo lo hace el 35%. “Observamos con preocupación que tan baja cantidad de padres que no viven con su hijo participen en las decisiones respecto de la crianza”, opina María José Becerra, economista de Junji y jefa de esta investigación.
¿Por quiénes y dónde son cuidados principalmente estos pequeños? Gran parte por la madre y en su casa (74%), seguidos de “por un pariente en su hogar” (17%) o “en la vivienda de un pariente” (4%), mientras un 3% es cuidado en su casa por alguien que no es pariente. Es en los niveles ABC1 donde se constata que las principales cuidadoras del niño son personas sin parentesco y remuneradas para ello, las infalibles nanas. Pero mayoritariamente se evalúa que ser atendidos por la madre o padre “es lo mejor para el desarrollo
futuro del niño(a)” (48%).
Camas compartidas
Entre los datos más llamativos está el cómo se quedan dormidos hoy los pequeños. Si bien una gran mayoría sostiene que duermen “tranquilos en su cama” (79,4%), preocupantes resultan las formas que ocupan para alcanzar el sueño: “viendo televisión” (44,6%), “en la cama de los padres o en la de otros familiares” (48,44%), “en brazos de un familiar” (49,8%). La sana, antigua y afectuosa costumbre “leyéndole cuentos”, no obstante, la practican menos de 3 de cada 10 padres y sólo una o dos veces por semana, especialmente en los segmentos socioeconómicos de mayores ingresos. Y para qué decir lo evaluado que está cantarles alguna canción de cuna. Eso sucede
menos.
“Hay que prestar atención al hecho de que 4 de cada 10 niños se duerman viendo la televisión en lugar de hacerlo escuchando un cuento o una historia; la televisión no favorece el espacio de intimidad y el vínculo con los padres y puede sobreexcitarlos afectando la calidad y horas de sueño. Leer cuentos, además de ser muy placentero para los niños, influye positivamente en su desarrollo y facilita su comunicación con los adultos, además de la capacidad de escucha e imaginación y el aprendizaje de nuevas palabras”, destaca
Rosa Blanco.
La calidad del sueño, no obstante, no parece perjudicarse por estas costumbres: la mayoría no suele despertarse en la noche. Pero es inquietante otra información hasta ahora desconocida: 5 de cada 10 niños duerme con otra persona, compartiendo su cama. ¿Con quién? Fundamentalmente con la madre (63%), el padre (24%), el hermano(a) (6%) y el abuelo (5%). Y hay una tendencia a que el niño duerma solo en los sectores socioeconómicos más altos. Pero más: 3 de cada 10 niños suele dormir con dos personas. La misma cantidad alcanza el sueño bastante tarde para su edad, entre las 22.00 y 23.00 horas.
“Este claramente es un tema para trabajar con las familias: retarda el proceso de independencia de los niños, que parte por tener un espacio para dormir. Más allá de la pobreza de los que no tienen camas, también afecta los niveles de seguridad, por riesgo de aplastamiento, y de protección contra el abuso”, estima Soledad Larraín. Significativo es también la cantidad de menores que debió ir al neurólogo (4,5%) y al sicólogo (2,6%) a tan corta edad, con mayor frecuencia a medida en que crecen.
Libros y juguetes: niños ricos vs. niños pobres
¿Cuánto comparten el juego con sus padres? La verdad es que no demasiado: 30% pinta con sus hijos 1 ó 2 veces por semana; 45% nunca hace torres con bloques ni ensamble de piezas con ellos; 70% jamás realiza actividades culturales conjuntas, así como 57% no efectúa tampoco actividades deportivas. Nuevamente ocurre que es en los hogares de mayor nivel socioeconómico donde la actividad lúdica conjunta aumenta. La que más realizan padres e hijos es jugar en una plaza o parque público: 4 de cada 10 padres lo hacen así con sus retoños entre 1 y 2 veces por semana.
“Es un desafío lograr mayor dedicación de los padres para realizar actividades con los hijos, como charlar, contarles cuentos e historias, jugar con ellos dentro y fuera del hogar o participar en actividades deportivas, recreativas y culturales, para favorecer el desarrollo social y emocional y maximizar las potencialidades de sus hijos”, anota Blanco. Lo que sí hacen los niños es salir a pasear por sus barrios (87%) y 3,7 veces por semana en promedio. Pero los espacios públicos para recrearse y hacer deporte, tales como canchas y zonas de juegos, son percibidos de forma bastante negativa por sus progenitores: sólo el 39% considera que son buenos, especialmente el segmento socioeconómico ABC1.
La mayoría juega al interior del hogar, seguido de “en un patio” o “en el jardín o colegio”. A medida que van creciendo, a tendencia muestra que cada vez salen más del hogar para jugar, pero la calle es considerada el lugar más peligroso (14%) para que lo hagan. Sugestivo es, asimismo, que 24% de los responsables de los niños consideren que “los otros niños” son una fuente de riesgo para sus hijos, ya sea en el escenario del jardín infantil, el colegio o las plazas públicas. “Son sorprendentes la sensación de inseguridad generalizada y la percepción de los espacios públicos como lugares peligrosos, y especialmente que tantos adultos consideren que otros niños son fuentes de riesgo para sus hijos. Puede ser uno de los motivos por los cuales están mucho en casa y no salen a jugar o a realizar actividades culturales y recreativas fuera del hogar. Este aspecto debería tener una especial atención en las políticas públicas”, estima Rosa Blanco.
¿Y con qué juegan en sus hogares? Peluches y muñecos se encuentran en la mayor parte de las casas (94%), pelotas (89%) y autitos o juguetes con ruedas (84%). Otros instrumentos que hay casi siempre son lápices o papeles de colores y libros para colorear y de cuentos, elemento este último que se encuentra con mayor asiduidad en los sectores ABC1 (33 puntos porcentuales de diferencia hay entre el grupo ABC1 y el E en la tenencia de éstos). Asimismo, el 76% de los hogares tiene juguetes desmontables, el 66% posee juguetes de ensamble mediano y el 76% tiene discos o instrumentos para escuchar música infantil. Pero, nuevamente, al comparar por nivel socioeconómico hay un marcado contraste: mientras el 84% de los hogares con mayores ingresos posee juguetes de ensamble y cubos, es decir los llamados didácticos, sólo el 45% de los hogares con menores ingresos cuenta con ellos. La cuna, como se ve, sigue marcando en Chile las oportunidades de desarrollo de los niños. En lo positivo, sin embargo, en 9 de cada 10 hogares hay un lugar especial destinado a guardar los juguetes.
La preocupación por la preinfancia fue uno de los principales sellos del gobierno de Michelle Bachelet: se construyeron 3.500 salas cuna públicas en sólo 4 años. ¿Por qué? Una de las razones es económica. James Heckman, premio Nobel de Economía y economista de la Universidad de Chicago, demostró que por cada dólar invertido en infancia la sociedad retorna 17. Es decir, es de máxima rentabilidad para un país. Esta encuesta es el primer instrumento, aún insuficiente, para consolidar una radiografía de la situación de los párvulos en Chile, indispensable para seguir adoptando políticas de protección social dirigidas a las familias y primera infancia, dicen los entendidos.
“Este sondeo pone de manifiesto la desigualdad existente desde la cuna en función del origen socioeconómico, cuya consecuencia es que los pequeños de hogares de menores recursos no puedan ejercer plenamente sus derechos ni desarrollar sus potencialidades. Esto reafirma la necesidad de seguir fortaleciendo las políticas desarrolladas por Chile para la primera infancia, brindando un especial apoyo y educación a las familias de escasos recursos sobre pautas de crianza”, afirma la socióloga Blanco.
¿Los niños no son sujetos de derechos?
La investigación muestra que la mitad de los niños asisten a jardines infantiles y salas cuna públicas o subvencionadas, y sólo 2 de cada 10 van a establecimientos particulares. La mayoría permanece ahí durante 4 u 8 horas (29% y 20%, respectivamente, esto último especialmente los que van a salas cuna), durante 10 meses, pero los bebés suelen asistir ininterrumpidamente todo el año.
“Ahí pueden recibir estimulación especializada”; “lo envío para que aprenda a jugar con otros niños”. Esa es la opinión mayoritaria de los padres acerca de por qué van sus hijos a los jardines infantiles. Razones como “porque la madre necesita tiempo, “para que los padres puedan trabajar” o “porque la mamá estudia”, no son esgrimidas como motivos de peso. La percepción que tienen los padres sobre la educación preescolar es, en términos generales, positiva: 70% considera que los programas de educación preescolar contribuyen al desarrollo integral del niño(a) y no sirven únicamente como “guarderías” mientras los padres trabajan (55%). Asimismo, la mayoría cree que educar a todos los niños(as) desde la cuna fortalece el desarrollo de un país (91%), y que la educación desde la cuna es un derecho que debe ser exigido (91%). “Es muy positivo que un alto porcentaje ya no perciba las salas cuna o jardines como guarderías donde dejar a los niños mientras los padres trabajan, y que valoren la importancia del cuidado y educación preescolar para el desarrollo integral del niño y del país”, explica Blanco. No obstante, cree que “es necesario hacer un trabajo más intenso con las familias de escasos recursos, porque entre éstas sólo el 42% piensa que la educación empieza desde el nacimiento, versus un 72% de los hogares de mayores ingresos”.
Pero es tal vez en la percepción de derechos del niño donde esta encuesta trae malas noticias: si bien el 74% de los responsables de los niños estima que estos “son sujetos con opinión propia y poseen grados progresivos de autonomía, como sujetos de derechos”, la afirmación resulta absolutamente contradictoria respecto de otras creencias: se cree que “sus opiniones deben ser guiadas siempre por un adulto responsable” (88%) y que “los niños tienen derechos siempre y cuando cumplan con sus deberes (65%). Asimismo, la mayoría de los padres considera que ellos tienen el derecho de criar a sus hijos “aplicando las formas de enseñanza y castigo que les parezcan más apropiadas”.
“La cultura de derechos no está incorporada, hay una mirada adultocéntrica de padres que sienten el derecho a disciplinar de acuerdo a sus propias normas y castigos. Hay un marco cultural que avala la violencia, el castigo tiene acá una raigambre cultural muy fuerte”, apunta Soledad Larraín.
“Vemos con preocupación que la percepción de derechos del niño arroja en este sondeo una vulneración en todos los segmentos socioeconómicos de los principios básicos establecidos en la Convención Internacional de Derechos del Niño”, explica María José Becerra. Sobre esto, la sentencia de esta investigación es drástica: “La noción de sujeto, la condición de inalienabilidad de los derechos, y el interés superior del niño, como guías de las acciones hacia la infancia, demuestran que la responsabilidad social posee límites difusos entre lo público y lo privado”.
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