Compartimos el sentir de María Victoria Peralta, Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2019.
«Como todos Uds., me duele mi país, porque a pesar de las muchas señales de crisis que nosotros mismos comentábamos, no pensé que íbamos a ver de nuevo militares en las calles, violencia en todas sus formas, decepción de lo que supuestamente habíamos construido, persistencia de las injusticias, obstinación, insensibilidad, quiebre de los valores en definitiva.
Me duele mi país por las y los ancianos que no han podido cobrar sus miserables pensiones para comprar sus pocos alimentos, por los jóvenes que no ven futuro y no quieren tener hijos, por los sectores de las clases ricas que siguen viviendo casi igual, salvo que no pueden salir de noche a los exquisitos restaurantes o viajar al extranjero con comodidad, por los muchos políticos que sostenidos por sus altos sueldos, se distanciaron de leer lo que el pueblo de Chile necesita.
Me duele el país por los niños y niñas en especial, porque no les estamos dejando mucho; un país contaminado en todos los aspectos donde la educación que reciben no les permite gozar las etapas de la infancia en que estén y aprender cómo ser mejores seres humanos, que es lo fundamental.
Pero como las y los educadores somos siempre o tratamos de ser optimistas porque creemos en el cambio y en el desarrollo de las personas y de los colectivos humanos, trato de mirar entre las cortinas de la desesperanza y busco las señales de algunas luces que nos iluminen o al menos nos muestren algunos caminos.
En los jóvenes está la esperanza. Ellos fueron los que pudieron romper ese silencio y pasividad de todos nosotros, mostrándonos con su saltar los torniquetes del Metro, que ven mas allá de su conveniencia personal. Al saltar, como mi nieta Naty, nos dijeron que les preocupa el país, sus familias y las de otros jóvenes con menos recursos. Con sus activismos vegetarianos, animalistas, por el cambio climático, por los derechos humanos, nos muestran sus “certezas” colectivas que son distintas a las “verdades” que nosotros construimos en torno a ciertas personalidades.
Es cierto que no todos participan de esas “claridades”, pero allí es donde nosotros tenemos que apoyar como dice Humberto Maturana, al señalar que “somos los adultos los primeros”, porque nosotros tenemos que mostrarles que existe un mundo que busca la verdad, la colaboración, el compartir, el respeto, la convivencia, la solidaridad, la ternura, el amor, la sencillez que nos caracterizaba.
Tenemos si que limpiarnos un poco del exitismo, de lo competitivo, del egocentrismo, de la falta de fuerzas para solicitar y ocuparnos de lo que es necesario. Los profesores hemos estado mucho callados en lo esencial, tener las condiciones para formar seres humanos cada vez mejores. Aceptamos todo: currículos academicistas, marcos de la buena enseñanza que pautean nuestro actuar, grupos numerosos de niños y niñas que no permiten un trabajo mas personalizado, trabajo docente atrapado en los espacios de los jardines infantiles, escuelas y liceos, donde no se sale a la vida con sus riesgos y oportunidades.
Esta época y nuestro querido y dolido Chile ofrece más posibilidades que las que mi generación veía en los 60; había miseria material, desnutrición, falta de algunos elementos básicos para la vida. Hoy los tenemos, pero tenemos otros tipos de miseria, otras hambres y nos faltan elementos para una vida de bienestar integral, donde el mayor conocimiento que tenemos se vierta realmente en las políticas públicas, en las salas de clases, en los hogares y en todo tipo de instituciones.
¿Seremos capaces de levantar este Chile? Pienso que sí, lo hemos hechos tantas veces, pero con ciertas claridades y con un trabajo conjunto y esperanzador.
Esto queridas amigas y amigos, es lo que deseaba compartir, que es lo que en estos días hemos conversado o intercambiado por las redes sociales. Tenemos que animarnos y los profesores tenemos un rol importante en ello; somos los que construimos nuestro país educando desde hace 200 años; ahora hay que reconstruirlo con un horizonte actual, humano, desafiante, pero posible.
Un gran abrazo a todas y todos, a sus familias, a sus comunidades educativas. ¡ Vamos que se puede!
Con mucho cariño, Victoria.
PD.- Si consideran que estas reflexiones humildemente puede ayudar a otros, difúndalas por favor.»