La invitación es a mirar cómo vivimos, qué acciones y pensamientos nos impiden desarrollarnos en equilibrio, armonía, respeto y tolerancia.
Al conmemorarse un nuevo aniversario de la promulgación de la Ley de Maltrato Infantil es urgente la reflexión colectiva que nos permita identificar las causas que impiden superar los dramáticos índices de maltrato infantil vigentes en nuestra sociedad.
Según los últimos estudios, 75% de los niños y niñas es víctima de violencia física o psicológica en su hogar, es decir, tres de cada cuatro niños en nuestro país se encuentran en esta situación. Dentro de los maltratos más comunes encontramos castigos inadecuados como pegarles (maltrato físico), no escucharlos, amenazarlos si no obtienen buenas calificaciones, ridiculizarlos (maltrato psicológico); descuidar la salud y/o necesidades básicas del niño (negligencia); obligarlo a participar en actos de naturaleza sexual y/o exponerlo a material pornográfico (abuso sexual).
Quizás el más común de todos sea el de no considerarlos como sujeto de derecho: niños sin opinión, sin decisión, sin necesidades particulares, entre otros, pese a que Chile se sumó hace 20 años a la Convención de los Derechos del Niño. En esa ocasión, nos comprometimos como país a adoptar las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger a los niños y niñas.
Sin embargo, ¿por qué el tema no permea en los medios de comunicación y en la ciudadanía?, ¿por qué tras 16 años de promulgada la ley sobre maltrato a niños y jóvenes aún persisten cifras desgarradoras a nivel mundial y nacional?, ¿por qué si en el discurso predomina la oposición al maltrato, en la práctica tres cuartos de la población infantil mundial lo padece?
Parece de perogrullo plantear que tras el alto porcentaje de niños maltratados en el mundo existe un alto porcentaje de adultos que ejerce, consciente e inconscientemente, acciones de maltrato. La cifra es tan abrumadora que cabe reflexionar respecto a las causas que mantienen invisible el tema para la gran mayoría de nuestra sociedad. ¿Será que estamos tan habituados a convivir con prácticas y relaciones violentas, que ni siquiera nos damos cuenta cuando las estamos reproduciendo?
¿Aportaría al debate dejar de hablar de “maltrato infantil” como algo que está fuera de mí, y comenzar a revisar si en nuestras acciones, palabras y pensamientos cotidianos, emergen situaciones de (auto) violencia? Desde esa mirada, el maltrato infantil es más bien un efecto de una sociedad que no identifica ni reconoce las situaciones de violencia presentes en su vida tras haberlas internalizado y naturalizado.
Si convenimos en esta reflexión, la superación del maltrato se vincula más a transformaciones socioculturales que conduzcan a la erradicación de la violencia en nuestras vidas, que al diseño de campañas que apuntan sólo a promover los derechos. Es decir, cambiar el paradigma por uno que promueva y fortalezca el desarrollo de virtudes en el ser humano, que le permitan construir relaciones de afecto y respeto en un contexto pacífico y armonioso.
Probablemente, la apropiación de una mirada de infancia, que pone al centro los derechos de niños y niñas, implique una transformación cultural que toma tiempo. No obstante, no podemos esperar a que los adultos internalicemos nuevas prácticas y valores, pues sabemos que el maltrato provoca día a día un negativo impacto en el desarrollo psicosocial y físico de los niños.
Fundación Integra lleva 20 años al servicio de la educación inicial de Chile. En la actualidad, asisten 72 mil niños y niñas a sus mil jardines infantiles y salas cuna. A lo largo de estos años, la fundación se ha preocupado de promover y proteger los derechos de la infancia, contribuyendo con la detección y control social del maltrato infantil.
Con ese desafío nos hemos esforzado por convertir a nuestros funcionarias/os en agentes de Buen Trato, tarea que se ha ido extendiendo a las familias y comunidad educativa en general, pues sabemos que se trata de un proceso que involucra a múltiples sectores-actores. Para construir una sociedad basada en el Buen Trato es clave generar relaciones y prácticas virtuosas en todos los ámbitos que nos constituyen. Por ello la invitación es a mirar cómo vivimos, qué acciones y pensamientos nos impiden desarrollarnos en equilibrio, armonía, respeto y tolerancia. Finalmente, la ausencia de (auto) violencia en los adultos es garantía de paz y fraterna convivencia para los niños, jóvenes y futuras generaciones.
La Nación
Debe estar conectado para enviar un comentario.